Foto en Lorca (Murcia) verano de 1971 con 5 años
La caréncias infantiles pueden alimentar las frustraciones del adolescente y del adulto...*
(*Empezar dando un poco de pena es el típico recurso chusquero del escritor principiante.)
Mis primeros recuerdos en bicicleta fueron veranos en el pueblo de mis padres,
Lorca (Murcia) intentando subirme en la bici del abuelo Alfonso (foto) y luego en las de las primas, Anita y Encarnita, para poco a poco ir ganando equilibrio a base de desollones en las piernas, codos y brazos por las cementadas paredes de los establos de los animales de granja y acabar directamente en el bancal de riego a ambos lados de los caminos de tierra, (gravel). Nos iniciamos pues en caminos de gravilla de Murcia ya que en el piso de escasos 50 metros cuadrados de
Hospitalet de Llobregat, no había espacio -ni dinero- para tener tres bicicletas.
Recuerdo que nuestros primeros contactos con una bicicleta fueron muy parecidos a los de la serie televisiva de
Verano Azul pero con mas moscas y un olor a cerdo característicamente intenso dentro de la vida campesina, pero ajetreada, de la huerta murciana. Pobres chavales, chicos de ciudad de aspecto enfermizo que se vuelven locos cuando vienen aquí. Así que de momento fuimos aprendiendo a montar y desmontar en bicicleta en las vacaciones de verano en el pueblo y el resto del año nada. Tirábamos mas del "aro y la rueda", los "cojinetes" o tirarnos con una tapa de taza del water por una trialera en la "bóbila" del barrio de La Florida de Hospitalet de Llobregat.
Recuerdo algunos episodios dantescos de aquellos primeros contactos con la bicicleta.
Una de las muchas veces que me caí en el bancal, qué cierto es aquello de que si miras a un punto concreto la bici te lleva a allí... a las zarzas!!!
Me caí de espaldas en todas aquellas espinas y lo que costó salir de allí para luego sacar la bicicleta!!! Ó el día que mi primo
Candidín me dejó su bicicleta de carreras, pobre chaval, y no se me ocurre otra cosa que bajar las escaleras de la iglesia montado y le partí el manillar!!!
Le había roto su ligera y hermosa bici de carreras. Solo años después comprendí la tragedia!!!
Otro día mi hermano
Pedro Antonio acabó tirado en medio de un campo que lo estaban regando, le iba mucho el ciclocross, tuvimos que socorrerlo un poco avergonzado porque como era muy pequeñín, le llegaba el agua al cuello.
Otras incursiones con las bicis en verano fueron en el
Camping Albatros de
Castelldefels con mis tios de Francia:
Micaela y
Manolo y nuestros primos
Michel y
Maria Elena que tenían una bici de aquellas de paseo como de
Verano Azul y me hinchaba a dar vueltas al camping e incluso a hacer carreras con otros niños del camping hasta que un día la cubierta rebentó de tanto esterrato entre pinos y caminos de grava. Menuda tralla le dí... No la repararon creo, por miedo a darme una buena ostia.
Y otra experiencia muy fugaz con los primos, los "juaquinitos" en su terreno a faldas del
Montseny, nos prestaron sus bicis de carreras impolutas a mi hermano Alfonso y a mí, mientras ellos iban con las "montesas" para dar una pequeña excursión por un camino de tierra ascendete y pude comprobar al bajar el pequeño puerto lo que es meter la bici de delante en un socabón de tierra y acabar en el suelo.
Se aprende a base de ostias, como de los fallos en el billar, nunca aprenderás nada si siempre tienes suerte pero sin duda estas pequeñas experiencias de niño y una percepción muy aumentada de la realidad, marcaron mucho el devenir del adolescente y del adulto.
Realmente nunca dejas de ser un poco como un niño.